Ambiente

El iceberg A23a, uno de los más grandes del mundo, se desintegra tras casi 40 años a la deriva

El iceberg A23a, una de las masas de hielo más colosales registradas en la historia reciente, está llegando a su final.

Tras casi cuatro décadas de recorrer los mares desde que se desprendió de la Antártida en 1986, el gigante blanco comenzó a fragmentarse de manera acelerada en aguas más cálidas del Atlántico Sur.

En su máximo esplendor, el A23a duplicaba el tamaño del área metropolitana de Londres.

Hoy conserva unos 1,770 kilómetros cuadrados de extensión y alcanza 60 kilómetros en su punto más ancho, aunque ya perdió más de la mitad de su volumen original.

Los expertos calculaban que a principios de 2025 pesaba cerca de un billón de toneladas.

Según el programa europeo Copernicus, en las últimas semanas se han desprendido enormes fragmentos de hasta 400 km², además de trozos más pequeños que representan un riesgo para la navegación y la pesca en la región.

Andrew Meijers, oceanógrafo del British Antarctic Survey (BAS), explicó que el iceberg “se está desintegrando de forma dramática” porque el agua del Atlántico es demasiado cálida para mantener su estructura.

Su pronóstico es claro: en cuestión de semanas el A23a dejará de ser reconocible.

El iceberg A23a viaja de la Antártida al Atlántico

La historia de este “megaberg” comenzó en la plataforma de hielo Filchner, en la Antártida, cuando se desprendió en 1986.

Permaneció encallado más de 30 años en el mar de Weddell, hasta que en 2020 logró liberarse y fue arrastrado por la llamada “carretera de los icebergs”, una ruta oceánica impulsada por la Corriente Circumpolar Antártica.

En marzo de 2025 encalló de nuevo cerca de la isla Georgia del Sur, lo que generó preocupación por el posible impacto en pingüinos y focas.

Aunque logró moverse, ese episodio marcó el inicio de su desintegración acelerada.

Impacto ambiental y científico

La ruptura del A23a tiene dos caras. Por un lado, plantea riesgos para la navegación y podría alterar las rutas de animales marinos.

Por otro, la liberación de nutrientes como el hierro favorece la producción de fitoplancton, base de la cadena alimentaria y pieza clave en la captura de carbono.

Los científicos del BAS señalan que la fragmentación de grandes icebergs es un proceso natural, pero advierten que el cambio climático ha aumentado la frecuencia de estos eventos, contribuyendo a la pérdida masiva de hielo en la Antártida y al aumento del nivel del mar.

El monitoreo de A23a continúa mediante observación satelital y vehículos autónomos, pero los expertos coinciden: una vez que un iceberg abandona las frías aguas antárticas, su destino está marcado por la fragmentación y el deshielo.

Con información de Infobae.

Regina Yebra Domínguez

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