imagen tomada de eluniversal.com.mx
En los campos forestales de la alcaldía Tlalpan, cultivar árboles de Navidad es mucho más que un negocio: es una tradición heredada, un acto de cuidado por la naturaleza y una forma de vida que se transmite de padres a hijos desde hace décadas.
Productores locales aseguran que este oficio forma parte de la historia de varias generaciones.
En sus parcelas se cultivan principalmente especies de pino como el vikingo y el canadiense, árboles que requieren años de atención antes de llegar a los hogares durante la temporada decembrina.
Miriam Corona, productora desde hace más de 50 años, relató que todo comenzó cuando su padre compró un terreno de 14 hectáreas y empezó a sembrar árboles por gusto.
Ella se integró al proyecto a los 18 años, aprendiendo desde el cuidado de los pinos hasta la atención al cliente y los trámites con las autoridades.
“Era muy joven, entonces tuve que hacerlo, pero no me costó trabajo; yo le ayudaba a mi papá”, recordó.
Sin embargo, Miriam señaló que este año las ventas han disminuido considerablemente.
Además, denunció el robo de árboles en campos cercanos, que luego son vendidos a menor precio, afectando directamente a quienes trabajan de forma legal.
Verónica Eslava, quien trabaja junto a su madre Paola Ruiz, explicó que su familia lleva cerca de 30 años dedicada al cultivo de árboles de Navidad. Su padre comenzó después de dedicarse al maíz y encontró en este oficio una forma de seguir conectado con el campo.
Un árbol de alrededor de dos metros, el más solicitado por los compradores, tarda entre ocho y nueve años en crecer. Durante ese tiempo debe mantenerse en clima fresco y recibir poda anual.
Verónica también reconoció que desde hace dos años enfrentan una baja en las ventas, situación agravada por la comercialización en grandes tiendas y la importación de árboles desde Estados Unidos y Canadá.
Para asegurar que los árboles provienen del suelo de conservación, la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural entregó cintillos a los productores.
Estos se colocan en cada ejemplar e incluyen el nombre de la especie y un folio único que garantiza su origen legal.
A pesar de las dificultades, los productores de Tlalpan coinciden en algo: cultivar árboles sigue siendo una expresión de amor, no solo por la tradición familiar, sino por el cuidado del medio ambiente.
Con información de El Universal.
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