imagen tomada de mongabay.com
Entre las aguas salobres del golfo de Guayaquil, en Ecuador, se encuentra la isla Puerto Buena Vista, hogar de 30 familias y 140 personas dedicadas a la pesca y al cuidado del manglar, sobre todo cangrejeros.
Sus casas, pintadas de azul, rojo, amarillo y verde, se alinean apretadas sobre el muelle artesanal que parece quebrarse al mínimo movimiento.
Pero lo que hace realmente especial a esta comunidad no son sus coloridas viviendas ni su difícil acceso; son los cangrejeros, quienes combinan la pesca sostenible con la custodia del manglar.
Armados con largas varillas y un conocimiento experto de su ecosistema, saben distinguir a simple vista un cangrejo macho de una hembra y cómo extraerlo de su madriguera sin dañar el entorno.
El manglar es mucho más que un lugar de trabajo: es vida.
“Si no hubiera manglar, ¿de dónde sacaríamos el sustento?”, dice César Rodríguez, presidente de la comuna.
Este ecosistema retiene carbono a niveles superiores incluso a los de la selva amazónica, protege la línea costera y mantiene equilibradas las aguas donde confluyen ríos y océano.
Desde hace 11 años, la Asociación de Pesca Artesanal Puerto Buena Vista forma parte del programa Acuerdos de uso sostenible y custodia de ecosistemas de manglar (Auscem), del Ministerio del Ambiente.
A cambio de concesiones sobre áreas de manglar, los cangrejeros se comprometen a protegerlo, reportar daños, cumplir vedas y usar solo artes de pesca permitidas.
Gracias a este esquema, la comunidad vigila y preserva 450 hectáreas de bosque de mangle, convirtiéndose en un modelo de conservación comunitaria.
La vida cotidiana en la isla gira en torno al manglar. Los domingos se realizan las rondas de custodia, revisando madrigueras y retirando trampas ilegales.
Durante la semana, se pescan cangrejos rojos machos adultos, que luego se venden en el mercado Caraguay.
La pesca, junto con la protección activa del manglar, asegura el sustento económico y el equilibrio del ecosistema.
El esfuerzo de Puerto Buena Vista no es único. A lo largo del golfo de Guayaquil, otras islas como Puerto Roma, El Conchal y Santa Rosa también dependen del manglar.
Estas comunidades protegen el 80 % del manglar ecuatoriano, manteniendo un recurso vital para el medio ambiente y la economía local.
“El manglar es nuestro, y lo cuidamos como tal”, asegura Rodríguez con orgullo. Más allá del trabajo diario, esta frase resume la filosofía de vida de los cangrejeros: preservar un ecosistema único mientras sostienen a sus familias, demostrando que conservación y subsistencia pueden ir de la mano.
Con información de Mongabay.
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