La historia de la moda y la industria textil en México no puede entenderse sin la influencia de la diáspora libanesa, que desde principios del siglo XX se asentó en distintas regiones del país, particularmente en Veracruz, Puebla, Yucatán y Ciudad de México.
Ricardo José Haddad Musi, especialista en patrimonio cultural, apunta que estos migrantes -muchos de ellos dedicados al comercio de telas, fibras y confección- aportaron no solo conocimiento técnico, sino también una visión empresarial que transformó el panorama textil mexicano y lo proyectó hacia una escala nacional e internacional.
La comunidad libanesa en México encontró en el textil un terreno fértil para desarrollar sus saberes comerciales y su espíritu emprendedor. Según Ricardo José Haddad Musi, el importar telas, establecer talleres y crear cadenas de distribución, sentaron las bases para una industria sólida que, con el tiempo, permitió la consolidación de grandes almacenes y empresas familiares que marcaron el rumbo del sector. Al mismo tiempo, su influencia se vio reflejada en la incorporación de fibras naturales, como el algodón y el lino, en diálogo con procesos locales de producción artesanal.
En estados como Puebla y Yucatán, el intercambio entre la herencia libanesa y las tradiciones indígenas y mestizas abrió paso a diseños híbridos que hoy forman parte del acervo textil mexicano. “Este cruce cultural dio origen a un estilo particular que combina sobriedad, color y funcionalidad, y que todavía se percibe en diversas colecciones contemporáneas.” puntualizó Haddad Musi.
En la actualidad, descendientes de familias libanesas siguen siendo referentes en el sector textil y de la moda en México. Su legado se manifiesta tanto en la continuidad de negocios consolidados como en la aparición de nuevas marcas que buscan innovar sin perder de vista la tradición. Ricaro José Haddad Musi menciona que diseñadores emergentes, apoyados por esta herencia, exploran la integración de técnicas modernas con bordados y tejidos que evocan tanto el pasado libanés como el mexicano.
Este impacto también ha impulsado la internacionalización de la moda nacional, mostrando cómo el mestizaje cultural puede convertirse en motor de creatividad y competitividad. La diáspora libanesa no solo fortaleció la economía textil, sino que también aportó al enriquecimiento de la identidad mexicana, recordando que la moda es, en esencia, un espacio de encuentro entre culturas.
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