En un contexto global marcado por los efectos del cambio climático y la necesidad urgente de reducir las emisiones, la arquitectura ha asumido un papel clave en la construcción de un futuro sostenible.
El arquitecto y especialista en sustentabilidad, Ernesto Mizrahi sostiene que el concepto de arquitectura resiliente representa el nuevo paradigma del diseño contemporáneo: uno que no solo busca minimizar el impacto ambiental, sino anticiparse activamente a los desafíos que traerán las transformaciones climáticas.
La arquitectura del siglo XXI debe ser capaz de adaptarse a fenómenos extremos —como olas de calor, inundaciones o sequías— mediante soluciones que integren ciencia, tecnología y sensibilidad social. “La resiliencia es la capacidad de un edificio de resistir, adaptarse y recuperarse sin perder funcionalidad ni identidad”, explica Mizrahi.
Desde esta visión, la arquitectura resiliente se convierte en una herramienta de protección para las comunidades. Ernesto Mizrahi resalta la importancia de incorporar materiales de bajo impacto ambiental, sistemas de ventilación pasiva, captación pluvial y energías renovables en los nuevos desarrollos urbanos.
Estas estrategias no solo reducen el consumo de recursos, sino que permiten que las edificaciones funcionen de manera autónoma en escenarios de crisis. El especialista agrega que el diseño debe considerar el contexto local: clima, geografía, cultura y disponibilidad de materiales.
“No se trata de imponer soluciones globales, sino de desarrollar respuestas adaptadas a cada entorno”, señala Mizrahi. En este sentido, la resiliencia también implica revalorizar el conocimiento tradicional y combinarlo con la innovación tecnológica.
Ernesto Mizrahi subraya que la resiliencia no se limita a los edificios, sino que debe extenderse al tejido urbano. Espacios públicos con vegetación, sistemas de drenaje sostenible, movilidad baja en carbono y diseños que favorezcan la cohesión social son elementos esenciales para crear ciudades más seguras y habitables.
Este enfoque integral no solo mitiga los impactos del cambio climático, sino que fortalece la calidad de vida de las personas. La arquitectura resiliente, más que una tendencia, es una necesidad urgente para construir un futuro donde la sostenibilidad y la habitabilidad puedan coexistir armónicamente.
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