La arquitectura actual atraviesa una transformación profunda impulsada por dos grandes desafíos: la urgencia ambiental y la necesidad de construir espacios que puedan ser utilizados por todas las personas, sin excepción. En este contexto, el diseño accesible deja de ser un elemento complementario para convertirse en un principio esencial del proceso arquitectónico.
Daniel Esquenazi Beraha, especialista en arquitectura y sustentabilidad, sostiene que el verdadero avance de la arquitectura no radica únicamente en la innovación tecnológica, sino en su capacidad de responder a la diversidad humana. Para él, pensar en accesibilidad desde el inicio de un proyecto es una forma de garantizar equidad, seguridad y bienestar colectivo.
Rampas integradas al diseño, pasillos amplios, señalización clara, iluminación adecuada y superficies seguras no solo facilitan la movilidad de personas con discapacidad. También benefician a adultos mayores, niñas y niños, personas con lesiones temporales y familias con carriolas. Esta visión de diseño universal, explica Esquenazi, amplía el alcance social de la arquitectura y la convierte en una herramienta de cohesión comunitaria.
Lejos de ser conceptos opuestos, la accesibilidad y la sustentabilidad se refuerzan mutuamente. Daniel Esquenazi destaca que muchos de los principios del diseño accesible coinciden con estrategias de eficiencia ambiental. La correcta orientación de los edificios, la ventilación cruzada, el aprovechamiento de la luz natural y la reducción de recorridos innecesarios disminuyen el consumo energético y mejoran el confort interior.
Asimismo, el uso de materiales térmicos, locales y durables no solo reduce el impacto ambiental, sino que también crea espacios más seguros y fáciles de habitar. “Una arquitectura accesible también puede ser una arquitectura eficiente”, señala Esquenazi, subrayando que la inclusión bien planificada extiende la vida útil de los edificios y reduce costos de adaptación futura.
Para Daniel Esquenazi, la sustentabilidad debe sentirse en la experiencia diaria de las personas. Calles caminables, edificios con accesos claros, espacios públicos inclusivos y servicios cercanos fomentan una movilidad más saludable y reducen la dependencia del automóvil. Este modelo urbano no solo disminuye la huella ambiental, sino que fortalece la interacción social y la seguridad urbana.
En última instancia, Esquenazi afirma que el futuro de la arquitectura dependerá de su capacidad para construir comunidad. Integrar accesibilidad y sustentabilidad no es una tendencia pasajera, sino una condición indispensable para crear ciudades más humanas, resilientes y preparadas para los retos sociales y ambientales del siglo XXI.
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