El Parque Nacional de Yellowstone es testigo de un fenómeno natural que está transformando sus ecosistemas: la migración del bisonte.
Estos gigantes, que alguna vez estuvieron al borde de la extinción, no solo han vuelto a poblar la región, sino que se han convertido en aliados clave para la regeneración de las praderas.
Antes de la llegada de los colonos europeos, se calcula que entre 30 y 60 millones de bisontes recorrían América del Norte.
Sin embargo, la caza indiscriminada y la expansión hacia el oeste redujeron la especie a apenas 512 ejemplares en 1889.
Con el trabajo de pueblos indígenas y conservacionistas, los bisontes lograron recuperarse.
Hoy, la población mundial alcanza alrededor de 400 mil individuos, aunque la mayoría vive en espacios privados o en cautiverio.
En Yellowstone, más de 5 mil bisontes migratorios aún recorren libremente los casi 10 mil kilómetros cuadrados del parque, compartiendo su hábitat con lobos, osos y una rica vida silvestre.
Bisonte: Ingenieros de la naturaleza
Un estudio publicado en Science y liderado por el ecólogo Bill Hamilton reveló que la migración de los bisontes transforma profundamente el ecosistema.
Al pastar, estimulan el rebrote de plantas, mejoran la calidad del suelo y hasta incrementan en un 150% la calidad del forraje disponible para otros herbívoros.
Sus huellas van más allá:
Al desplazarse, dispersan semillas y nutrientes vitales.
Sus desechos enriquecen el suelo con nitrógeno.
Favorecen la absorción de agua y el almacenamiento de carbono.
Crean hábitats para insectos, aves y plantas medicinales.
El resultado es una “ola verde” que puede observarse incluso desde el espacio.
Lo que hoy confirman los científicos es algo que los pueblos indígenas han sabido siempre: el bisonte es esencial para la vida en las praderas. “El búfalo contribuyó a la formación de este continente.
Y cuantos más haya, mejor será también el ecosistema para todos los demás animales”, afirmó Troy Heinert, miembro de la tribu sioux Rosebud.
Retos por delante
Aunque Yellowstone es un ejemplo vivo de cómo la migración del bisonte restaura ecosistemas, replicar este modelo en otros lugares no es fácil.
La mayoría de los bisontes actuales habita en tierras privadas y cercadas, lo que limita su capacidad de moverse libremente.
Eliminar esas barreras y permitirles recuperar sus rutas naturales es un desafío que involucra leyes, economía y acuerdos sociales.
Pero si algo demuestra la historia de los bisontes, es que la resiliencia y la cooperación pueden devolver la vida a los paisajes que alguna vez parecieron perdidos.
Con información de Infobae.