¿Cómo se relacionan dos volcanes con el conocido «invierno eterno» de hace casi 600 años?
Durante siglos, los científicos han buscado la causa de un misterioso enfriamiento global que ocurrió a mediados del siglo XV.
Los anillos de los árboles, los glaciares y los registros históricos hablaban de inviernos más largos, cosechas perdidas y ríos congelados… pero nadie sabía exactamente por qué.
Hoy, la ciencia por fin tiene una respuesta: dos erupciones volcánicas simultáneas provocaron el “invierno” que heló al planeta hace casi 600 años.
Un equipo de investigadores de Corea y Rusia descubrió que el volcán Kuwae, en Vanuatu, y otro volcán del hemisferio sur aún no identificado entraron en erupción casi al mismo tiempo, liberando una cantidad masiva de ceniza y gases a la atmósfera.
El estudio, publicado en Communications Earth & Environment, demostró que esa coincidencia volcánica fue suficiente para alterar el clima del planeta durante décadas.
Los científicos analizaron fragmentos de vidrio volcánico atrapados en el hielo antártico y encontraron una pista clave: las partículas tenían dos composiciones químicas distintas, lo que indica que provenían de dos erupciones diferentes.
Una especie de tormenta perfecta: dos volcanes, miles de kilómetros de distancia, un mismo efecto global.
El impacto fue devastador. Las columnas de gas sulfuroso formaron diminutas gotas de ácido que reflejaban la luz del Sol, reduciendo la temperatura promedio del planeta.
El resultado: invierno prolongado, cosechas fallidas y cambios climáticos duraderos.
Pero este hallazgo no solo resuelve un misterio histórico; también ayuda a predecir cómo futuras erupciones podrían influir en el cambio climático actual.
Además, el estudio reaviva el interés por los volcanes antárticos, un conjunto de más de 140 formaciones, muchas bajo el hielo, que podrían influir en el derretimiento glaciar.
Algunos, como el Monte Erebus, están activos y ofrecen una ventana al interior de la Tierra.
Los expertos advierten que el calentamiento global podría alterar el equilibrio de estos sistemas.
Si el hielo se derrite, la presión sobre las cámaras magmáticas disminuye, lo que podría facilitar nuevas erupciones.
En otras palabras: el hielo y el fuego podrían volver a unirse para moldear el futuro del clima.
Cada fragmento de ceniza atrapado en el hielo cuenta una historia, y la de 1458 nos recuerda algo esencial: la Tierra no olvida.
Los ecos de aquellas erupciones siguen resonando en los glaciares, en la atmósfera y en nuestra comprensión de cómo el planeta responde a sus propias fuerzas internas.
Con información de Infobae.
