Experta de la UNAM refiere que el turista puede gastar hasta cuatro veces más agua en los lugares que visita que la que consumiría de cotidiano en casa.
Si bien ello tiene un impacto inmediato en la calidad de vida de los lugareños, en el largo plazo nos afecta a todos.
Y es que la escasez hídrica ya es un asunto de alcance global, indica Adriana Islas, responsable de la licenciatura en Turismo y Desarrollo Sostenible de la UNAM.
A decir de la académica, el desabastecimiento de líquido que puede provocar este tipo de actividad es un problema sobre el cual se comenzó a reflexionar hasta hace muy poco, tanto que apenas el año pasado el World Travel & Tourism Council calculó, por primera vez, a cuánto asciende la huella hídrica del turismo en el planeta.
Los resultados de este ejercicio inédito fueron presentados en la Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023, donde quienes se dedican al sector se comprometieron a impulsar prácticas mucho más sustentables.
Costo ambiental
A nivel global, el turismo usa poco menos del uno por ciento del agua dulce disponible en el mundo. En contraste, México (según datos de la Semarnat de 2019) consume el doble de dicho promedio.
“Aquí se destina el dos por ciento de las reservas hídricas a la industria turística. Hoy, que gran parte del territorio nacional atraviesa un proceso de sequía, esto es un llamado a modificar hábitos y a ser más responsables”.
La maestra Islas admite que, al vacacionar, a todos nos gusta ducharnos sin prisa y tener siempre a mano toallas esponjosas junto a la regadera, y sábanas fragantes sobre la cama, pero ello tiene un costo ambiental.
“En respuesta, cada vez son más los hoteles que invitan a sus huéspedes a solicitar que no se lave su ropa de cama y baño a diario, iniciativa que cada vez goza de mayor aceptación”.