Singapur pudo haber encontrado la solución a un gran problema actual.
El calor extremo es el enemigo silencioso más mortal del cambio climático: mata a más personas cada año que inundaciones, incendios o huracanes juntos.
Y las ciudades, atrapadas en el famoso “efecto isla de calor”, se calientan al doble de velocidad que el resto del planeta.
Mientras urbes como París o Phoenix buscan cómo ampliar su cobertura de sombra, Singapur ya juega en otra liga: es probablemente la ciudad mejor preparada del mundo para combatir el sol gracias a su obsesión por la sombra.
Desde hace décadas, este pequeño estado tropical entendió que sin sombra no hay ciudad habitable.
Sus calles están llenas de pasarelas cubiertas, marquesinas metálicas y aceras protegidas que suman más de 200 kilómetros de recorridos techados.
Incluso la ley obliga a los desarrolladores a incluir aleros que den sombra a los peatones.
Singapur crea un plan de acción completo
A esta red gris de techos se suma la verde: miles de árboles que fueron plantados estratégicamente desde los años 60, cuando el entonces primer ministro Lee Kuan Yew ordenó que cada bulevar, barrio y plaza tuviera vegetación abundante.
Su lema era claro: “Las flores están bien, pero primero deme sombra”.
El resultado es un modelo urbano único: medio millón de árboles nuevos, plazas que garantizan sombra en al menos el 50% de su superficie y barrios más frescos donde la temperatura puede ser hasta dos grados menor que en las zonas comerciales sin vegetación.
Singapur demuestra que la sombra no es un lujo estético, sino infraestructura vital.
Una planificación intencionada puede salvar vidas, refrescar ciudades y hacerlas más habitables.
Y lo mejor: este modelo podría replicarse en cualquier lugar del mundo donde el calor se vuelva insoportable.
Porque al final, como dirían los singapurenses, para disfrutar la ciudad hay que empezar por lo básico: dar sombra a todos.
Con información de BBC.