Lo que para muchos es un problema ambiental, para cuatro estudiantes de Nuevo León se convirtió en una oportunidad creativa. A partir del sargazo, jóvenes de Diseño de Modas y Diseño Industrial desarrollaron un biotextil sostenible que hoy es reconocido a nivel nacional bajo el nombre de Herencia.
El proyecto nació en el aula, pero con una mirada puesta en el entorno.
En un contexto marcado por la contaminación y el uso excesivo de recursos no renovables, las estudiantes decidieron investigar cómo transformar este material no deseado en algo útil y con valor estético.
El resultado fue un biomaterial capaz de aplicarse tanto en prendas de vestir como en objetos utilitarios.
El sargazo pasa de alga invasora a material con propósito
En su hábitat natural, el sargazo cumple una función clave para diversas especies marinas.
Sin embargo, cuando llega de forma masiva a las playas del Caribe mexicano, genera afectaciones ambientales, económicas y turísticas: libera gases tóxicos al descomponerse, daña arrecifes, interfiere con la anidación de tortugas y cubre las costas.
Esta problemática fue el punto de partida para Marcela Kristel López, estudiante de Diseño de Modas, quien comenzó a investigar las propiedades del sargazo como parte de una clase de biomateriales.
Su interés era claro: desarrollar un material a partir de algo que nadie quería.
La idea creció cuando estudiantes de Diseño Industrial se sumaron al proyecto.
Así surgieron aplicaciones más amplias del biotextil, como una silla plegable, además de un vestido.
El objetivo no era limitar el material a la moda, sino demostrar que los biomateriales pueden tener usos funcionales en distintos ámbitos del diseño.
Presentar estas piezas en Design Week México permitió mostrar, a nivel nacional, que los materiales sostenibles pueden integrarse en mobiliario, artefactos y objetos de uso cotidiano, ampliando el panorama del diseño responsable.
Retos técnicos y experimentación constante
Trabajar con sargazo no fue sencillo.
Las estudiantes enfrentaron desafíos relacionados con la recolección, sanitización y seguridad del material, ya que debía ser apto para el contacto con la piel.
También realizaron múltiples pruebas de resistencia, flexibilidad y costura, debido a la rigidez del biotextil y a lo novedoso del proceso de ensamblaje.
Aun así, el aprendizaje fue parte fundamental del proyecto. Probar, equivocarse y ajustar la fórmula permitió mejorar el material y demostrar su viabilidad.
Más que un prototipo, una visión a futuro
Aunque por ahora solo existen un vestido y una silla, las creadoras de Herencia ven un gran potencial en el biotextil.
Consideran que reutilizar materiales como el sargazo no solo impulsa el diseño sostenible, sino que también genera conciencia sobre problemáticas ambientales que suelen pasar desapercibidas.
Su aspiración es que el proyecto crezca y llegue a espacios culturales como museos, exposiciones e instituciones de arte y diseño, además de abrir conversaciones sobre identidad, raíces y responsabilidad social.
Reconocimiento y camino hacia la patente
El impacto del proyecto llevó a Herencia a obtener el Premio Inédito Universitario 2025, otorgado el pasado 4 de diciembre en la Ciudad de México durante Design Week México.
Este reconocimiento distingue propuestas originales que aún no han sido producidas o comercializadas y destaca su potencial de impacto en la industria y la sociedad.
Actualmente, el equipo se encuentra en proceso de patentar el biomaterial, con la intención de seguir perfeccionando la fórmula, explorar nuevas aplicaciones y, eventualmente, lograr que el sargazo deje de ser solo un problema ambiental para convertirse en un estándar dentro del diseño sostenible.
Así, estas estudiantes demostraron que la creatividad, cuando se conecta con el entorno, puede transformar un residuo en una solución con futuro.
