“Aunque es evidente que el virus de la rabia que mató a los niños de la comunidad de Oaxaca proviene de un murciélago hematófago, aún no existe evidencia que esta especie los mordió”, dijo Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.
Todo comenzó a principios del mes de diciembre, cuando tres niños de la comunidad de Palo de Lima presentaron lesiones y síntomas que fueron diagnosticados como rabia. De los tres pequeños, se salvó una niña de dos años, que afortunadamente fue vacunada antes de que el virus se afianzara en su organismo.
Sin embargo, las lesiones visibles en los infantes no corresponden a la mordida de un murciélago hematófago, explicó el investigador universitario.
En uno de los niños se encontraron cuatro lesiones –circulares, de 5 milímetros de diámetro- en la parte baja de la espalda. Sin embargo, cuando los murciélagos se alimentan realizan una única incisión y dejan una marca pequeña de media luna del tamaño de medio confeti, de 3 mm de ancho. Las lesiones de los pequeños no coinciden con esta forma ni tamaño.
Además, cuando muerden lo hacen en zonas donde la sangre está muy cerca de la piel, es decir en los lóbulos de las orejas, en las puntas de los dedos de los pies y las manos, e incluso en los pezones.
Solo toman aproximadamente unos 20 mililitros de sangre por noche, es decir, un par de cucharadas.
En todos los carnívoros como son zorrillos, mapaches, coyotes, entre otros, la rabia se manifiesta como un estado de ánimo furioso, así se vuelven agresivos y atacan a cualquier otro animal.
Encefalitis
Pero cuando este virus le da a un murciélago, éste padece una encefalitis que los aísla de la colonia y los deja temblando. Por esto, no es tan sencillo que estos animales contagien la rabia.
Aunque sí tienen comportamientos anormales. “Por ejemplo, vuelan en pleno día o caen al suelo enfrente de nosotros”.
Por eso, “si por casualidad vemos un murciélago en el piso es muy importante no tocarlo y protegerlo de los perros y los gatos. Lo indicado es ponerle una caja encima y un cartón por abajo para sacarlo de la casa sin entrar en contacto con él.
Sin embargo, es muy poco factible que suceda un ataque así en humanos y mucho menos probable que se repita el caso de los niños de Oaxaca.