México 30 noviembre._ Es amigable con el ambiente procurar fiestas de fin de año sostenibles. Tradicionalmente en Navidad, Año Nuevo y Reyes echamos la casa por la ventana. Preparamos alimentos en demasía y también comemos opíparamente, lo que no conviene a nuestra salud ni a nuestro bolsillo, pero tampoco al medio ambiente.
Tal vez hayamos vivido la experiencia de que los alimentos no caben en un refrigerador atiborrado o que por el exceso de platillos buena parte de la comida haya terminado en la basura. Esto representa una gran huella ecológica por el traslado de esa mercancía desde otros confines.
Si hablamos de regalos, los hermosos papeles y sus moños con que vienen cubiertos terminan rotos y ajados en el bote más próximo de basura. Y los propios regalos las más de las veces tienen una vida corta porque no corresponden a la personalidad, el gusto o la necesidad de quienes los reciben.
Consumo de energía
Mientras tanto, en el árbol de Navidad profusas luces intermitentes o fijas iluminan el espacio, y aunque resulta atractivo contemplar tanto foco encendido dentro y fuera de la casa, el medidor gira a toda velocidad hasta que en enero el recibo de pago nos hace despertar del sueño de colores.
Sin embargo, las descripciones anteriores pueden y deben cambiar. Así nos conviene a todos pues, según expertos, en los últimos 50 años, el aumento vertiginoso del consumo humano nos ha conducido a una sobreexplotación de los recursos del planeta y a que la huella ecológica haya aumentado casi un 190%, lo que supone que casi se haya triplicado.
La organización ecologista Greenpeace recomienda para las fiestas navideñas un alumbrado menos deslumbrante, reutilizar la vieja decoración navideña en vez de estrenar año con año. Con materiales reutilizables que hay en casa hacer nuestros propios y únicos adornos.
Solo si se necesita comprar algo, adquirirlo de artesanos locales, consumir productos del barrio o de los pueblos originarios y apoyar así a los mercados locales.