Ciudad de México 23 noviembre._ Investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea «La Mayora» (IHSM) de Málaga llevan años trabajando con la piel de tomate (llamada ‘cutina’). La idea es convertirla en un bioplástico que pueda conservar los alimentos con las mismas garantías que el plástico convencional.
Los expertos extraen la celulosa de la piel del tomate de forma purificada para volver a rehacerla y darle la forma deseada.
José Alejandro Heredia, investigador responsable de dicho estudio, trabaja con la celulosa obtenida de estos restos para crear un material capaz de ser modificado con sustancias bioactivas antibacterianas y antioxidantes. Así obtiene muchas propiedades para el envasado de alimentos y que, además, tardaría tan solo un mes en descomponerse en el mar.
Según los investigadores de la IHSM, el proceso es ecológico y sostenible. Se trata de descomponer las hojas, los tallos y la piel de los tomates extrayendo la celulosa de forma purificada para volver a rehacerla y darle la forma deseada mediante calor. A partir de esto, se crea una película o papel film robusto y transparente con múltiples aplicaciones.
Usos múltiples
Con este bioplástico, se pueden elaborar bandejas para contener frutas o verduras. Además, puede utilizarse para crear complementos como botones o adornos decorativos.
Este nuevo material cuenta con un sistema inteligente de envasado. Según el estudio, si este pierde su color inicial, significa que ha absorbido agua y está perdiendo su estructura. Es decir, está empezando a perder propiedades antioxidantes y dejando de ser útil. Este proceso de decoloración actúa como una especie de sensor para mostrarnos que el bioplástico está empezando a deteriorarse y hay que desecharlo.
Fuente: lavanguardia.com