“Científicos como Einstein y políticos como Winston Churchill tomaban una siesta corta como parte de su rutina diaria, pues aseguraban que esto no sólo beneficiaba su salud, sino que les ayudaba a decidir mejor”, afirma Yereth Torres Damián, académica de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Según la especialista, una siesta es un periodo de sueño corto durante el día y, para que sea de calidad, se recomienda que no sea mayor a 30 minutos (para evitar entrar en una fase profunda), que ocurra entre la una y las tres de la tarde (porque en esos momentos baja el umbral de vigilia), y que sea en un lugar cómodo, sin luz ni ruido, para evitar interrupciones.
Al tomar estos descansos mejora la parte cognitiva, los tiempos de reacción, la memoria a corto plazo y los estados de ánimo, pues la gente se siente más despierta. Así como hay que tener disciplina al practicar un deporte, con las siestas es igual, porque para incorporarlas en nuestra vida diaria se necesita un régimen estricto de horarios.
La especialista menciona que algunas de las desventajas de “echarse una pestañita” es la inercia del sueño, que es cuando al despertar se tiene la sensación de “adormilado” y se actúa con torpeza. Si no se hace en los lapsos adecuados pueden surgir problemas para dormir en la noche.