En las últimas décadas, los efectos del cambio climático han sido observados principalmente en los ecosistemas, los océanos y las capas de hielo.
Sin embargo, un reciente estudio realizado por científicos de la Universidad Estatal de Colorado reveló una relación menos evidente pero igualmente significativa: el impacto en los procesos tectónicos.
Al analizar las montañas Sangre de Cristo, en Colorado, los investigadores encontraron que el retroceso de los glaciares al final de la última edad de hielo contribuyó a un aumento drástico en la actividad de las fallas tectónicas.
“La atmósfera y la tierra sólida tienen conexiones estrechas que podemos medir en el campo”, afirmó Sean Gallen, profesor asociado de Geociencias y coautor del estudio, en un comunicado de la institución educativa. Este trabajo demuestra cómo los procesos climáticos pueden alterar el equilibrio de fuerzas que regula el comportamiento de las placas. De esta manera, aporta una nueva dimensión al entendimiento sobre la interacción entre la superficie terrestre y la actividad tectónica.
Resultados del estudio: deshielo y aceleración de fallas
El análisis identificó que durante la última edad de hielo, el peso de los glaciares en las montañas Sangre de Cristo actuaba como un estabilizador para las fallas tectónicas, al ejercer una carga significativa sobre el terreno subyacente. Sin embargo, al derretirse las grandes masas de hielo, la presión disminuyó drásticamente, lo que permitió que las fallas comenzaran a moverse con mayor rapidez.
Según los datos recolectados, las tasas de deslizamiento de estas fallas aumentaron hasta cinco veces después del retroceso glaciar, en comparación con el periodo en el que el hielo aún cubría la cordillera. “El cambio climático se está produciendo a un ritmo mucho más rápido que el que vemos en el registro geológico”, explicó Cece Hurtado, autora principal del estudio.
Este cambio no solo evidencia la influencia del clima en los procesos tectónicos, sino que también ofrece una explicación directa de cómo las tensiones acumuladas en las fallas se redistribuyen en respuesta a cambios en la carga superficial. Los investigadores utilizaron estas observaciones para establecer una conexión sólida entre el deshielo y la aceleración del deslizamiento tectónico, algo pocas veces documentado con tanta precisión en estudios previos.