Astrid Frisch y Karel Beets son pareja y se mudaron a Puerto Vallarta en 1996 para manejar la agencia de viajes de ecoturismo Ecotours y a la par, Astrid tomaba fotografías de las colas de las ballenas para su propio catálogo de investigación.
Su pasatiempo se convirtió en una asociación civil llamada Ecología y Conservación de las Ballenas (Ecobac), que informa, documenta, investiga y difunde la conservación de la ballena jorobada y su hábitat.
Pero el 3 de enero de 2004 recibieron el reporte de una ballena enredada en redes agalleras (las más comunes en México), o chinchorros, como se conoce coloquialmente.
“Lo siento, pero no hay nada que podamos hacer”, cuenta Frisch que respondió, porque no se dedicaban al rescate de ballenas. De hecho, nadie en México lo hacía.
A la tercera llamada era más que obvio que debían prepararse para salir en caso de que los volvieran a buscar. Era raro que una ballena se quedara durante cuatro días en la bahía.
A la cuarta llamada, compraron herramientas de jardín y salieron dos lanchas con touroperadores, investigadores pesqueros, personal de la 8ª Zona Naval de Puerto Vallarta, y Ecobac y “como Dios les dio a entender” liberaron a la ballena.
Después, Frisch consiguió una capacitación con David Mattila, uno de los rescatistas más importantes de la Comisión Ballenera Internacional, para ella, Beets y otro rescatista: Ricky Rebolledo.
Así, crearon el primer equipo Raben, que sigue funcionando con voluntarios de instituciones públicas y empresas privadas. Más tarde, con apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), capacitaron a 15 equipos diferentes hasta 2016.
Ahora, más de 200 rescatistas voluntarios en el Pacífico Mexicano y Golfo de California deben seguirlo al pie de la letra.
En 20 años de trabajo, la organización ha recibido 240 llamados de auxilio en el Rabenmóvil de los cuáles 218 fueron confirmados con fotografías y evidencias de enmallamiento y 94 se liberaron por completo
Sin embargo, estos casos son subrepresentaciones del problema, pues estos animales migratorios solo se atienden si se encuentran cerca de la costa por equipos especializados.
Los rescatistas ahora reciben reportes de ballenas observadas con drones desde la playa, lo que les representa un nuevo reto para localizarlas.
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