El diseño regenerativo busca restaurar el daño hecho a la naturaleza y encontrar una nueva forma de relacionarnos con ella. Donde el ambiente construido lleve a una coevolución de la humanidad.
“La naturaleza no es una fábrica para extraer el máximo beneficio. Es un medio con el que hay que estar en equilibrio y del que dependemos”, dice Carlos Cobreros, profesor investigador de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tecnológico de Monterrey.
Cobreros es uno de los profesionales que hoy practican el diseño regenerativo. Busca disminuir nuestro impacto negativo en el planeta.
Desde la arquitectura y el urbanismo, la idea es construir espacios donde todo tipo de vida pueda florecer y prosperar. Ello toma en cuenta los procesos y ciclos naturales específicos del territorio donde queremos asentarnos.
Detrás de esta práctica está la firme creencia de que la naturaleza es sabia. «Pero necesitamos reconectar con ella para poder escucharla».
Cambio de paradigma
“Es un cambio de paradigma”, dice María Elena de la Torre, también profesora de la EAAD y miembro de la concentración de diseño regenerativo del Tec, que lidera Cobreros.
“Es entender que somos parte de un sistema vivo y que la crisis climática, social, política y económica que vivimos niega esta relación”.
Un ejemplo es el Parque Rufino Tamayo, ubicado en San Pedro Garza García del área metropolitana de Monterrey. Hace algunos años, en 1998, los ciudadanos que vivían cerca levantaron ante las autoridades una queja en la que denunciaban que el lugar estaba en condiciones graves de deterioro y deforestación.
A través de la participación ciudadana, comenzó a regenerarse el espacio poco a poco, permitiendo e impulsando la propagación de la vegetación nativa de Monterrey.