Un nuevo estudio de la NASA dio a conocer que entre 1985 y 2022 la capa de hielo de Groenlandia perdió alrededor de 1,140 mil millones de toneladas. Es decir, 21 % más de lo que el mismo equipo de investigación estimó anteriormente.
Pese a que los icebergs han caído de los glaciares de Groenlandia durante miles de años –como parte de su ciclo natural– el estudio refiere que el deshielo ha tenido un crecimiento importante durante el siglo XXI.
A decir de Ana Karina Ramos Musalem, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, uno de los efectos más perjudiciales que dicha situación puede desencadenar –como consecuencia de la crisis climática– es el incremento de la cantidad de agua dulce en el océano.
Eso provocaría modificaciones en su salinidad y a su vez esto tendría una repercusión en su dinámica en el ámbito mundial.
“Esta agua dulce llega a una zona en el norte entre Groenlandia y el Ártico, que es donde el agua se enfría, se vuelve densa y se hunde. Esto es parte de una corriente global llamada circulación de vuelco meridional del Atlántico –que es la que lleva calor del Ecuador a los polos–, pero el incremento del agua dulce puede provocar que dicha corriente se debilite o disminuya su flujo y esto cambie la cantidad de calor que transporta el océano, lo que tendría consecuencias importantes para el clima global”, explica.
Nivel del mar
Otro punto extremo que también podría ocurrir es que si se derriten todos los glaciares, el nivel del mar podría aumentar de manera significativa, lo que provocaría la desaparición de gran parte de las costas, además de otras situaciones perjudiciales.
Aunque, agrega, pese a que existen estimaciones de lo que podría ocurrir en un futuro como el cambio en el patrón de las temperaturas o llegar a los puntos llamados “no retorno” donde podrían perderse cantidades considerables de hielo, lo cierto es que aún no se conocen con exactitud las consecuencias extremas que estos fenómenos desencadenarían.