La creciente mancha urbana de la megalópolis mexicana muestra patrones de expansión desordenada, lo cual produce contaminación del aire y el efecto “isla de calor”, además de un exceso de viviendas y automóviles que modifican el paisaje y relacionan múltiples procesos con efectos negativos en la biodiversidad.
Sus habitantes consumen de dos a tres veces más recursos que en otras zonas del país, y la mayoría se perciben a menudo como la antítesis de la naturaleza, aseveró el profesor de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM, Leopoldo Vázquez Reyes.
35 millones de habitantes
El experto recordó que esta región es uno de los centros urbanos más grandes y complejos del mundo, conformada por la Ciudad de México y los estados de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala. La habitan más de 35 millones de personas.
El suelo de conservación de la capital del país cuenta con una extensa área de bosques, matorrales, humedales y zonas agrícolas que conforman casi 60 por ciento de su superficie territorial. Sin embargo, más de tres mil hectáreas se encuentran ocupadas por asentamientos humanos irregulares, alertó.
Esta zona incluye las alcaldías Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco. Además, la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel -ubicada en Coyoacán, dentro de Ciudad Universitaria- punto focal para el mantenimiento de la conectividad ecológica, consideró el experto.
Biodiversidad
Durante la conferencia “La otra cara de la megalópolis mexicana: biodiversidad y capital natural”, impartida en el auditorio Carlos Graef del conjunto Amoxcalli de la Facultad de Ciencias de la UNAM, Vázquez Reyes destacó que los habitantes de la capital mexicana comparten el hábitat de la megalópolis con miles de especies de flora y fauna.
Enfatizó que la Ciudad de México -presente en la zona del Eje Neovolcánico, donde convergen las regiones biogeográficas Neártica y Neotropical- es, todavía, un hábitat de gran biodiversidad.