Mientras el mundo daba la bienvenida al 2024, un sismo de magnitud 7.6 estremeció a la península japonesa de Noto, provocando la muerte de 250 personas y el colapso de casas y edificios.
Este evento superó en devastación al sismo de la prefectura de Kumamoto, que en 2016 dejó más de 200 fallecidos, y es el primero de nivel siete en darse en el país desde 2018, cuando un terremoto golpeó la isla de Hokkaido.
A fin de conocer de primera mano el comportamiento de la vivienda y diversas obras de infraestructura, y para extraer lecciones útiles y aplicables en nuestro ámbito nacional, la UNAM –a través del Instituto de Ingeniería (IIngen)– envió a un grupo de investigadores al lugar.
“El IIngen ha estado atento a lo que ocurre en otras partes del planeta, sobre todo en aquellas con las que compartimos problemas similares, como los sismos. Hemos visitado Japón, Turquía y Chile para encontrarnos con colegas de intereses afines, con quienes establecemos relaciones. Ello nos permite conjuntar esfuerzos para realizar labor académica y científica”, asegura Manuel Jesús Mendoza López.
Fenómeno
A decir del investigador del IIngen, fue el efecto de “licuación” o “licuefacción” el que determinó el comportamiento de cimentaciones y estructuras en la zona, pues cerca de 75 mil edificios y casas habitación sufrieron daños.
Este fenómeno se da cuando, al someterse a vibraciones fuertes producidas por un temblor, aumenta la presión en el agua del suelo a tal punto que, temporalmente, se separan los granos del terreno y éste se comporta como un líquido. Entonces la superficie se vuelve blanda e inestable, haciendo que las construcciones colapsen con facilidad o que se desplacen, de manera lateral, varios metros.
La Ciudad de México nunca ha padecido la licuación, ya que su subsuelo está formado por sedimentos arcillosos, pero sí hay zonas de nuestro litoral (tanto del Golfo como del Pacífico) con depósitos arenosos sueltos donde sí ha ocurrido u ocurrirá dicho fenómeno.
Por ello, ver lo que sucede en otros países y cómo lo resuelven, se torna crucial. Así, academia y gobierno pueden anticiparse y emplear las técnicas más convenientes para afrontar o mitigar tales efectos.