Entre mayo y agosto de cada año, el sargazo invade las playas caribeñas y amenaza tanto a la vida marina como al turismo y comercio local.
En 2023, de acuerdo con la NASA, 13 millones de toneladas de esta macroalga flotaban en el llamado Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico (zona que abarca de África Occidental al Golfo de México, a través del Atlántico medio) y parte tomó rumbo al Caribe.
En 2024, tan sólo en Quintana Roo, se recolectaron cerca de 37 mil toneladas en aguas someras y litorales.
En 2011 comenzó a observarse un incremento exponencial del fenómeno y, desde entonces, se han buscado estrategias para aprovecharlo a fin de aminorar sus efectos nocivos, pero de forma insuficiente.
“La desventaja es que se ha trabajado en pequeñas dimensiones, a nivel laboratorio. Nosotros queríamos hacerlo a grandes escalas”, explicó Miriam Estévez González, del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada (CFATA) de la UNAM, campus Juriquilla.
Sargapanel
Con esa meta, y con más de diez años de experiencia en proyectos relacionados con el sargazo, un equipo de investigadores, académicos y estudiantes, liderados por Estévez González, desarrollaron un panel de construcción a base de dicha macroalga marina, el cual es una alternativa eficiente y sostenible.
Se trata del Sargapanel, que se fabrica con yeso y unos cinco kilogramos de sargazo seco por unidad, lo cual equivale a 50 o 60 kilogramos de sargazo húmedo, “una cantidad masiva importante”.
Además de abordar un problema ambiental, dicha iniciativa promueve la economía circular mediante el uso de materiales no tóxicos y reciclables. Entre las características de este producto destacan su alta resistencia a la flexión, que retarda el fuego y su aislamiento térmico, lo cual favorece el confort y reduce la huella de carbono, explicó Rodrigo Alonso Esparza Muñoz, investigador e integrante de este equipo universitario.