La adquisición de la agroindustria cervecera mexicana por parte de empresas extranjeras, durante la última década, está orillando a los agricultores mexicanos a hacer cambios tecnológicos y agronómicos “masivos y acelerados” en el cultivo de cebada maltera, al sustituir la semilla que han usado por más de 50 años, por variedades importadas de ciclo más largo y susceptibles a enfermedades, como la roya.
Este proceso acarrea problemas de adaptación, de mayor requerimiento de agua y de uso de hasta tres aplicaciones de fungicidas para salvar el cultivo; lo cual impacta al medio ambiente, los costos de producción y significa, “un riesgo muy alto de pérdidas o ingresos bajos para el agricultor”, advierte el investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), del Programa de Cebada del Campo Experimental Valle de México, Mauro Zamora Díaz, quien cuenta con cuatro décadas de experiencia en el cultivo y mejoramiento genético de cebada.
Las variedades importadas son de dos hileras, de ciclo tardío –entre 20 y 35 días más que las variedades de seis hileras liberadas en años recientes por el INIFAP. En la región de El Bajío, donde se cultiva bajo condiciones de riego; ésta diferencia demanda más riegos de auxilio, cuyo costo implica invertir 700 pesos más por hectárea. Por otro lado, al prolongarse el tiempo para cosechar la cebada, se afecta el siguiente ciclo de maíz que, al sembrarse a destiempo, baja en rendimiento alrededor de dos toneladas por hectárea; lo que disminuye el ingreso del agricultor.
En todo caso, anota el investigador del INIFAP en el Campo Experimental Bajío, Francisco Paúl Gámez Vázquez, si la industria cervecera demanda sembrar variedades extranjeras de dos hileras, se debería pagar el costo diferencial real.
El impacto –anota– es importante porque sólo en Guanajuato se cultivan 50,000 hectáreas de cebada maltera, cuyo costo de producción por hectárea ronda en los 30,000 pesos, con un rendimiento medio de 5.5 a 6 toneladas y el precio que se paga es muy bajo. Además, con semilla de ciclo tardío el ahorro en agua es relevante en una zona de escasez de este recurso.
Lo anterior preocupa a agricultores e investigadores involucrados con el cultivo de este cereal, por el convenio que firmó recientemente el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS) con la firma trasnacional Heineken, enfocado a certificar variedades para la industria cervecera, donde no queda claro qué semilla se utilizará o cuál será el proceso de calificación que se realizará para este fin.
El convenio –que se dio a conocer el 13 de septiembre pasado– involucra 25 mil toneladas de semilla certificada para atender una superficie aproximada a sembrar de 150 mil hectáreas de cebada en los próximos ciclos otoño-invierno 2020/21 y primavera-verano 2021. Sin embargo, para que una variedad pueda ser aprobada en México debe ser evaluada por una institución de investigación reconocida por el gobierno federal, durante al menos tres ciclos consecutivos en las diferentes regiones productoras, medir variables agronómicas, rendimiento, días a floración y madurez, incidencia de enfermedades y calidad, con lo cual debe realizarse un informe oficial de resultados.
El problema –reflexiona el doctor Zamora– es que si el SNICS aceptó estas variedades en el Catálogo Nacional de Variedades Vegetales (CNVV) entonces ya puede certificarlas, aun cuando no se tiene conocimiento si cumplieron con las evaluaciones necesarias, por lo que se desconoce sus características de calidad de cosecha, rendimiento, costos de producción o adaptación a las condiciones agroecológicas en las regiones objetivo.
Además, agrega, no se tiene certeza si la cebada importada ingresó como semilla certificada o como grano, dada la variabilidad observada en las parcelas durante ciclos de cultivo recientes; tampoco hay conocimiento de los términos legales y sanitarios (de Senasica y SNICS) relacionados con la importación de estos materiales, que garanticen la no introducción de plagas, malezas y enfermedades exóticas a México.
Esto podría tener implicaciones legales, ya que la Ley Federal de Producción, Certificación, y Comercio de Semillas (DOF15- 06-2007) en su capítulo IX de las infracciones y sanciones, en el artículo 38 párrafo VII, establece que aquella persona que importe semillas con fines de comercializarla y ponerla en circulación sin cumplir con los requisitos establecidos, incurre en una infracción administrativa a las disposiciones de la misma.
En todo caso, señala el experto, “si la intención es introducir variedades del extranjero a México, se debería garantizar que las mismas presenten tolerancia a las principales enfermedades observadas en la región objetivo y que se adapten a las condiciones de producción y de rentabilidad económica del productor primario”.
En México –precisa Paúl Gámez– se cultivan alrededor de 300,000 hectáreas de cebada grano, que producen cerca de un millón de toneladas. Del área cultivada, se estima que entre 30 y 40% corresponde a variedades de dos hileras, cuando hasta hace una década era de seis hileras desarrolladas por el INIFAP en su totalidad. Hoy, la producción la absorben las principales cerveceras, Heineken y Anheuser-Bush InBev.