La forma en la que producimos alimentos, el sistema que usamos tal como lo conocemos, está devorando al planeta.
La forma en que producimos, distribuimos y consumimos alimentos genera el 26 % de los gases de efecto invernadero, el 80 % de la deforestación mundial y el 70 % del uso de agua dulce, además de ser una de las principales causas de pérdida de biodiversidad.
Un estudio publicado en la revista Nature propone tres cambios cruciales que podrían revertir este impacto y garantizar nuestra seguridad alimentaria sin agotar los recursos naturales.
1. Reducir el desperdicio de comida
Casi un tercio de los alimentos producidos en el mundo termina en la basura, ya sea por sobreproducción o por no cumplir estándares estéticos.
Si redujéramos este desperdicio en un 75 % para 2050, podríamos liberar más de 13 millones de km² de tierra y evitar la emisión de 102 000 millones de toneladas de CO₂.
2. Restaurar los suelos degradados
Recuperar al menos la mitad de las tierras dañadas antes de 2050 es otra prioridad.
Con esto, se podrían restaurar más de 12 millones de km² de ecosistemas agrícolas y naturales, fortalecer la biodiversidad, fijar carbono y mejorar las condiciones de vida de comunidades rurales.
3. Apostar por alimentos marinos sostenibles
El estudio también sugiere aumentar el consumo de productos marinos, como algas, bivalvos o peces silvestres.
Sustituir parte de la carne roja por estas fuentes podría liberar hasta 17,5 millones de km² de tierra y reducir de forma drástica las emisiones y la deforestación.
Un llamado global para cambiar la forma de producir nuestros alimentos
Estas medidas están alineadas con las tres grandes convenciones ambientales de la ONU: la de Cambio Climático, la de Biodiversidad y la de Lucha contra la Desertificación.
Sin embargo, los expertos advierten que los sistemas alimentarios aún no reciben suficiente atención dentro de estos acuerdos internacionales.
Replantear la manera en que producimos y consumimos alimentos no solo es clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sino también para garantizar un derecho humano básico: vivir en un medio ambiente limpio y saludable.
Con información de The Conversation.