Durante siglos se pensó que los antiguos habitantes de Rapa Nui (Isla de Pascua) habían destruido sus propios bosques por exceso de tala y uso de recursos.
Pero un reciente estudio internacional acaba de darle un giro inesperado a esta historia: los verdaderos responsables podrían haber sido… las ratas.
El trabajo, publicado en el Journal of Archaeological Sciences por los investigadores Terry Hunt (Universidad de Arizona) y Carl Lipo (Universidad de Birmingham), muestra que la llegada de las ratas polinesias (Rattus exulans) cambió para siempre el ecosistema de la isla.
De dos ratas a millones
Según el estudio, un solo par de estos roedores bastó para que, en menos de 50 años, su población explotara hasta alcanzar 11.2 millones de individuos.
El resultado fue devastador: las ratas devoraron el 95% de las semillas de palma (Paschalococos disperta), impidiendo que los bosques se regeneraran.
“Cada nuez de palma era una fuente enorme de energía, y para las ratas valía la pena el esfuerzo de romper su cáscara”, explicó Lipo.
En pocas palabras: las palmas de Rapa Nui, con sus grandes y nutritivas semillas, se convirtieron en un banquete que acabó con su propia especie.
La Isla de Pascua es una historia de colapsos
Los restos de ratas encontrados en excavaciones en Anakena revelan un patrón cíclico: las poblaciones crecían rápido y luego se desplomaban al agotar su fuente de alimento.
Este comportamiento, conocido como “boom-bust”, demuestra que el colapso ecológico no fue solo culpa humana, sino también consecuencia directa de la invasión de esta especie.
Además, los investigadores compararon el caso con otras islas del Pacífico.
En O’ahu (Hawái), las ratas provocaron la desaparición de las palmas Pritchardia incluso antes de la llegada de los humanos.
Mientras tanto, en Nihoa y Huelo, donde nunca hubo ratas, las palmas sobrevivieron por siglos.
Humanos y ratas: una combinación destructiva
Aunque las ratas fueron el detonante, la actividad humana también jugó su parte.
Los habitantes de Rapa Nui despejaron áreas costeras para cultivar y usaron fuego para limpiar la tierra, acelerando la deforestación.
“Las ratas alcanzaron cada rincón de la isla y devoraron las semillas antes de que brotaran los nuevos árboles”, explicó Hunt.
Sin embargo, los autores del estudio rechazan la idea del “ecocidio” (la teoría de que la civilización rapanui se autodestruyó) y proponen una lectura más equilibrada: la combinación entre especies invasoras y acción humana fue lo que transformó el paisaje.
Un mensaje para el presente
El caso de Rapa Nui no solo reescribe su pasado, sino que deja una lección actual: las especies invasoras pueden alterar ecosistemas enteros en cuestión de décadas.
Hoy, este fenómeno sigue siendo una amenaza en islas y hábitats de todo el mundo.
Como concluye Hunt, “esta no es la historia de un pueblo que destruyó su entorno, sino la de una isla que sufrió las consecuencias de una especie invasora… y de cómo los humanos, sin saberlo, aceleraron el proceso”.
En resumen: el misterio ecológico de Rapa Nui tiene nuevos protagonistas, y son mucho más pequeños y peludos de lo que imaginábamos.
Con información de Infobae.
