La nueva producción de Netflix, El efecto Casa Blanca, plantea una idea provocadora: el mayor responsable del deterioro ambiental no es un fenómeno natural, sino Estados Unidos.
Y lo demuestra sin expertos, entrevistas ni narradores actuales, solo con imágenes de archivo que muestran cómo el país más poderoso del mundo dejó pasar una oportunidad histórica para frenar el calentamiento global.
Cuando la ciencia hablaba claro… y Washington también (pero solo de palabra)
En 1988, una ola de calor histórica azotó a Estados Unidos. Hubo muertos, sequías y cosechas perdidas.
Fue el momento en que la población comenzó a familiarizarse con el concepto de “efecto invernadero”.
La comunidad científica era tajante: el calentamiento global era real y estaba vinculado a la quema de combustibles fósiles.
Ese mismo año, George Bush padre tomó el tema como bandera durante su campaña presidencial.
Prometió luchar contra el cambio climático con frases que hoy resultan dolorosamente irónicas:
“Los que creen que no podemos hacer nada contra el efecto invernadero se olvidan del ‘efecto Casa Blanca’”, dijo entonces.
El inicio de una presidencia que prometió mucho… y cumplió poco
Ya en el poder, Bush nombró a un conservacionista (William K. Reilly, expresidente de la WWF) al frente de la Agencia de Protección Ambiental.
Pero, a su lado, colocó a John Sununu, un jefe de gabinete decidido a frenar cualquier avance ecológico en favor de los intereses industriales.
La ecuación fue fatal: Reilly nunca tuvo margen para actuar y Sununu impulsó la estrategia del “promete mucho, haz poco”.
La tragedia del Exxon Valdez: el momento perfecto para cambiar… que nunca llegó
En 1989, el derrame del buque Exxon Valdez dejó más de 40.000 toneladas de petróleo en las costas de Alaska.
Parecía el punto de inflexión ideal para una política energética más responsable. No ocurrió.
En lugar de reducir su dependencia del petróleo, Estados Unidos la incrementó. Y no solo siguió perforando: también inició una guerra para asegurarse más suministro.
Tres décadas después, el guion se repite con nuevos conflictos y nuevas promesas vacías.
Archivos que no mienten: cuando el negacionismo comenzó a tomar forma
Una de las virtudes de El efecto Casa Blanca es su construcción a partir de material histórico.
Se ve, por ejemplo, cómo Bush padre pasó de prometer acción a poner en duda la existencia del cambio climático, apoyándose en científicos financiados por la industria petrolera.
Estos personajes aparecían en televisión como si su opinión valiera lo mismo que la de los climatólogos más reconocidos.
Así nació el negacionismo moderno, reforzado por una idea que la industria logró posicionar con éxito:
“La ecología es el nuevo socialismo”.
La dura conclusión de “El efecto Casa Blanca”: Estados Unidos no es el héroe climático que presume ser
El documental deja claro que, mientras el país se presentaba como líder mundial, su historial real contaba otra historia: una sucesión de decisiones que privilegió el petróleo sobre el planeta.
Para los directores, el “efecto Casa Blanca” es la forma más precisa de nombrar un patrón que se ha repetido por décadas: promesas que entusiasman, políticas que decepcionan y consecuencias que ahora paga el planeta entero.
El efecto Casa Blanca no solo mira al pasado: nos obliga a observar el presente con más escepticismo. Porque, como repite la película, la hemeroteca nunca miente.
Con información de Climática.
