El calor ya no solo incomoda en las aulas: está afectando directamente el aprendizaje.
En América Latina y el Caribe, millones de estudiantes enfrentan un problema silencioso pero constante: cuando la temperatura supera los 26.7 grados Celsius, aprender se vuelve más difícil.
De acuerdo con el informe Educación a prueba de calor en América Latina y el Caribe, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cada día por encima de ese umbral reduce cerca del 1% del aprendizaje anual. Es una pérdida gradual, casi imperceptible al inicio, pero que con el tiempo compromete seriamente el desarrollo educativo de niñas, niños y adolescentes.
Un problema que ya es cotidiano en el aprendizaje
El calor extremo no es una amenaza futura. En 2024, provocó la suspensión o modificación de clases para 171 millones de estudiantes en todo el mundo, y en esta región se ha convertido en parte del día a día de miles de escuelas.
Las cifras son claras: en los últimos cinco años, más de un tercio de las escuelas enfrentó entre 70 y 80 días escolares con temperaturas superiores a los 26.7°C. A largo plazo, el panorama es aún más preocupante. En los próximos 50 años, 15 millones de estudiantes podrían ver afectado su aprendizaje por asistir a escuelas sin ventilación adecuada, sombra o acceso suficiente a agua.
El impacto no se queda en las aulas.
Las pérdidas de aprendizaje asociadas al calor extremo podrían traducirse en 22 mil millones de dólares anuales en ingresos laborales futuros. En otras palabras, permitir que los estudiantes aprendan menos hoy significa limitar el crecimiento económico de toda la región mañana.
Soluciones simples y efectivas
El informe del BID subraya que las soluciones ya existen y no siempre requieren grandes inversiones tecnológicas.
La primera barrera contra el calor es la infraestructura escolar: pintar techos y paredes de blanco, plantar árboles, mejorar la ventilación natural y diseñar espacios que permitan la circulación del aire ayudan a reducir la temperatura sin consumir electricidad.
Cuando el calor es más intenso, los ventiladores, extractores y el aire acondicionado pueden complementar estas estrategias.
Además, estas medidas son rentables: por cada dólar invertido, los países pueden recuperar entre 2 y 55 dólares en beneficios futuros, gracias a estudiantes que no pierden aprendizajes.
No todo depende de los edificios. Ajustar los calendarios escolares, adelantar el inicio de clases, evitar las horas de mayor temperatura o incluir días de recuperación puede marcar la diferencia. En casos extremos, la educación a distancia permite mantener la continuidad del aprendizaje cuando asistir a la escuela no es posible.
El reto es planificar y actuar
El mayor desafío no es técnico, sino de planificación.
Las autoridades saben dónde están las escuelas más vulnerables y qué medidas funcionan. Priorizar recursos y anticiparse al problema puede transformar escuelas frágiles en espacios preparados para el futuro.
Lo que está en juego es claro: proteger el aprendizaje hoy para asegurar el desarrollo económico de mañana.
Frente al aumento constante de las temperaturas, actuar ya no es opcional. Es urgente.
Con información de El País.
