México 9 junio._ El diente de león común (Taraxacum officinale) es una planta diseminada por todo el mundo, oriunda de Europa, Asia y América del Norte. La característica particular que la hace famosa son sus semillas con forma de paracaídas, conocidos como papus o vilano, quizá de las mejores voladoras de la naturaleza, atrapando el viento y extendiéndose hasta 100 kilómetros a la redonda.
Además de las características mecánicas que tienen para sostenerse en el aire, se ha descubierto que, en buena parte, lo logran al ajustar sus condiciones de vuelo según el clima en el ambiente. Sin embargo, hasta ahora, nadie sabía cómo estas semillas perciben y responden a su entorno con tanta eficacia.
Ahora, un equipo anglofrancés de expertos en botánica e ingeniería mecánica, ha descubierto que, detrás de la dispersión de estas semillas, hay una serie de «decisiones» biomecánicas, indispensables para asegurar el mayor su supervivencia.
¿Cómo logran volar?
Cada semilla de diente de león está atada por un tubo delgado a alrededor de 100 cerdas, que forman el papus o estructura similar a un paracaídas. Cuando las semillas se desprenden de la cabeza de la flor, estos mechones de pelos atrapan el viento y transportan sus semillas. Este paracaídas peludo se cierra cuando el aire está húmedo, lo que a menudo significa que el viento es débil. En condiciones más secas y ventosas, los dientes de león ensanchan sus paracaídas para atrapar mejor el viento y que las semillas puedan volar libremente y dispersarse.
¿Qué se descubrió?
En ingeniería mecánica, los llamados “actuadores” son dispositivos con la función de proporcionar fuerza para mover o hacer “actuar” otro dispositivo mecánico. Al recibir un impulso o señal se genera una respuesta o acción.
Los paracaídas que transportan las semillas se abren y cierran, comportándose como actuadores. El centro de los paracaídas detecta la humedad de su entorno inmediato al absorber moléculas de agua del aire. En respuesta a estas señales de humedad, «deciden» abrir sus paracaídas y volar, o cerrar sus paracaídas y quedarse quietos.
Fuente: elciudadano.com