México 24 julio._ Aún es inexacta la fecha en que el humano inició su relación con el perro. Aunque se sabe que su linaje genético procede de Asia. Incluso lo que parece ser su primera representación gráfica se encuentra en unos tallados rupestres de hace 8 o 9 mil años encontrados al noreste de Arabia Saudí.
Los tallados representan a cazadores ayudados por lo que parecen ser unos perros de aspecto similar a la raza de Canaán. De hecho, el vínculo humano-perro se ha estudiado en diferentes contextos socioculturales e históricos.
Teniendo como estudio de caso una comunidad maya peninsular de Yucatán, se encontró que la relación de sus pobladores (campesinos-cazadores) con sus perros trasciende el valor práctico, social y simbólico de éstos en la cacería de subsistencia.
Más aún, tal relación humano-perro conlleva beneficios asociados con las estrategias de vida del campesino-cazador y su familia. Por ejemplo, el cuidado de la milpa y el solar. Lo anterior, según estudios recientes de Salvador Montiel Ortega, en el Departamento de Ecología Humana del Cinvestav Mérida.
Desde los mayas
Esos estudios sobre los perros en las comunidades mayas contemporáneas han relevado que tales cánidos trascienden muchas veces su valor utilitario como mascotas, vigilantes o ayudantes de caza. Otorgan prestigio social y protección a sus propietarios cuando estos realizan cacería y otras actividades cotidianas en el monte.
“En estudios previos hemos revelado el valor multidimensional del perro en la cacería de grupo o batida, documentando su papel como maestros, secretarios o sabuesos en dicha modalidad de caza tradicional. Ahora, vamos más allá y resaltamos la versatilidad que se reconoce socialmente sobre el perro».