Ladrilleras del Refugio es una pequeña comunidad ubicada en León, Guanajuato. Se trata de un municipio de mil 815 habitantes que, en su mayoría, se dedican a elaborar bloques de arcilla roja horneada, actividad heredada a través de generaciones y en la que las mujeres participan a fin de apoyar a sus esposos, cuenta Refugio Mejía, quien se dedicó por más de 40 años a la producción de este material para la construcción.
Para doña Cuca –como le gusta que la llamen– se trata de un trabajo muy pesado, pues implica mojar la tierra, mezclarla con estiércol, batirla con los pies, colocarla en la adobera (moldes rectangulares hechos de madera), ponerla a secar y luego cocer los bloques a altas temperaturas.
17 mil ladrilleras
Según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, hay unas 17 mil ladrilleras artesanales en el país. Puebla es el estado con mayor número (cuatro mil 500), seguido por Guanajuato (dos mil 366) y Jalisco (mil 994). Se estima que cada horno puede producir unos cinco mil bloques al mes; en Ladrilleras del Refugio hay alrededor de 374 hornos tradicionales y uno pertenece a la familia de Cuca, quien ahora tiene los ojos nublados por las décadas que ha pasado frente al calor. “Me enfermaba y no me atendía, ¿pues dónde? Teníamos que ir hasta León”.
A decir de Luis Fernando Hernández, profesor de la licenciatura en Optometría de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Unidad León de la UNAM, elaborar ladrillos rojos tiene impactos en la salud, pues al cocerlos se desprenden dióxido de azufre y nitrógeno, monóxido de carbono y dioxinas, compuestos que dan pie a enfermedades pulmonares como tos y flema en exceso, u opresión o sibilancias en el pecho, seguidas de efectos crónicos como disnea, asma, bronquitis, EPOC, neumoconiosis y problemas cardiovasculares.