Las baterías utilizadas en teléfonos, otros dispositivos portátiles, e incluso coches, dependen de metales como el litio y el cobalto, obtenidos mediante una minería intensiva e invasiva.
A medida que más productos empiecen a depender de sistemas de almacenamiento de energía basados en baterías, será fundamental abandonar las baterías basadas en metales como el litio y el cobalto y reemplazarlas por otras más sostenibles, facilitando de este modo la transición hacia las energías limpias.
Energía
Ahora, un equipo integrado, entre otros, por Emily Mahoney y Christian Malapit, ambos de la Universidad del Noroeste, en Evanston, Illinois, Estados Unidos, ha transformado un producto orgánico de desecho a escala industrial (óxido de trifenilfosfano (TPPO)) en un eficaz agente de almacenamiento para baterías redox de flujo.
Miles de toneladas de óxido de trifenilfosfano se producen cada año como subproducto de muchos procesos de síntesis industrial orgánica, incluida la producción de algunas vitaminas, entre otras cosas. Sin embargo, al óxido de trifenilfosfano no se le da ningún uso y debe desecharse cuidadosamente tras su producción.
Las baterías redox de flujo almacenan energía eléctrica en forma de energía química a través de reacciones de REDucción y OXidación (de ahí las siglas REDOX) de materiales activos en el electrolito en la superficie del electrodo y la convierten de nuevo en energía eléctrica cuando es necesario.
Para facilitar la expansión en el uso de energías renovables como la solar y la eólica, se requiere un sistema de almacenamiento de energía a largo plazo que pueda almacenar la electricidad generada en condiciones meteorológicas favorables durante más de 8 horas y reutilizarla cuando sea necesario.
Entre los sistemas candidatos, las baterías redox de flujo, que tienen un menor riesgo de incendio y un ciclo de vida largo (más de 20 años) en comparación con las baterías de iones de litio de uso común, están siendo objeto de muchas investigaciones a nivel mundial.