Ciudad de México 16 noviembre._ A fin de ofrecer soluciones sustentables a las problemáticas de la agricultura y la seguridad alimentaria, elaboran abono orgánico con desechos de tortillerías y molinos.
Martha Elena Domínguez Hernández, adscrita al Departamento de Ciencias Agrícolas de la FES Cuautitlán, desarrolla la línea de investigación “Sustentabilidad, circularidad y seguridad alimentaria en agroecosistemas”.
Su trabajo incluye la elaboración de fertilizantes orgánicos como una práctica agroecológica. El objetivo es evaluar el efecto de éstas, a fin de emplearlas en el mejoramiento de los agroecosistemas. Por lo que, además de producir abono de nejayote y estiércol, realiza estudios con cultivos de cobertura.
Nejayote como fertilizante
El nejayote es el desecho líquido que se obtiene del proceso de nixtamalización (cocción del maíz con agua y cal para elaborar la masa de las tortillas), el cual es vertido al drenaje, situación que representa un problema de contaminación del agua y de corrosión en tuberías por su alto nivel de alcalinidad.
Para reutilizar este residuo generado en grandes volúmenes, la investigadora, junto con María del Carmen Valderrama Bravo, académica de la primera multidisciplinaria, y Rosalba Zepeda Bautista, investigadora del Instituto Politécnico Nacional (IPN), diseñaron una alternativa para aprovecharlo en la fertilización de cultivos, particularmente de maíz.
La relevancia de este trabajo para la industria de la masa y la tortilla es que se pueden reutilizar hasta 150 metros cúbicos por hectárea en cada ciclo de producción.
Múltiples ventajas
Para elaborar el fertilizante, Domínguez Hernández recolecta el nejayote y le agrega estiércol de especies pecuarias con la finalidad de someterlo a un compostaje aeróbico. Es una técnica que consiste en la degradación con bacterias, hongos y otros microorganismos que necesitan oxígeno.
A través de este proceso logra reducir la alcalinidad (resultado de la nixtamalización), de niveles de pH entre 10.5 y 11 a valores de 6 o 7. Con esto el líquido puede utilizarse como abono orgánico y al combinarse con estiércol se incrementa el contenido de nutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, hierro y boro.
Este producto ofrece múltiples ventajas, ya que al darle un tratamiento previo y evitar desecharlo por el drenaje e incorporarlo al suelo para la producción de maíz se logra la circularidad, es decir, cerrar el ciclo de nutrientes desde la producción de maíz hasta el procesamiento agroindustrial y, sobre todo, se evita la contaminación de aguas.
Además, “se recupera el agua utilizada en el proceso de nixtamalización, lo que permite dar un riego de auxilio de entre 7.5 y 15 milímetros a los cultivos, que favorece el crecimiento de las plantas en periodos sin precipitación”, explicó la docente.