Las selvas tropicales de Australia acaban de romper un récord que nadie quería ver: ya no absorben carbono, ahora lo emiten.
Un nuevo estudio confirma que estos bosques, antes considerados “pulmones verdes”, se convirtieron por primera vez en fuentes de CO₂.
Durante décadas, las selvas del noreste australiano funcionaron como sumideros naturales, atrapando carbono en sus árboles y suelos.
Pero el calor extremo, la sequía y las tormentas cada vez más intensas han cambiado esa dinámica.
Los científicos descubrieron que más calor y menos humedad están provocando la muerte prematura de muchos árboles. Cuando eso ocurre, el carbono almacenado se libera nuevamente a la atmósfera.
Además, los ciclones son cada vez más fuertes y frecuentes y destruyen grandes áreas del bosque, impidiendo su recuperación.
El resultado: un ecosistema que alguna vez ayudó a frenar el cambio climático ahora lo está acelerando.
Y las consecuencias van más allá de Australia. Muchos países dependen del crecimiento de los bosques tropicales para cumplir sus metas de neutralidad climática, pero este hallazgo muestra que esa estrategia podría estar sobreestimando su eficacia.
El estudio también pone en evidencia un error común en los modelos climáticos: la creencia de que más CO₂ atmosférico impulsa el crecimiento vegetal.
En realidad, la sequía y el calor neutralizan ese efecto y vuelven más frágiles los ecosistemas.
Aun así, los expertos aseguran que no todo está perdido.
Conservar los bosques intactos, restaurar con especies resistentes y reducir las emisiones desde su origen son pasos esenciales para evitar que más selvas tropicales sigan el mismo camino.
Porque, como demuestra el caso australiano, la naturaleza puede resistir mucho… pero no lo soporta todo.
Con información de Ecoinvestos.com