imagen tomada de canva
Los humanos no solo han moldeado ciudades y paisajes; también han dejado su huella en los animales que nos rodean.
Un estudio reciente de la Universidad de Montpellier, en Francia, muestra cómo nuestra especie ha influido en el tamaño de los animales durante los últimos milenios, provocando cambios que aún podemos observar hoy.
El equipo de investigación analizó 225 780 huesos procedentes de 311 yacimientos en el sur de Francia, que abarcan un periodo de 8 000 años.
Inicialmente, el estudio se centraba en animales domésticos, pero los investigadores encontraron suficiente información sobre especies salvajes como zorros, conejos, liebres y ciervos, lo que permitió hacer comparaciones a gran escala.
Los resultados revelan un patrón claro: a medida que los humanos comenzaron a criar y controlar ciertas especies, los animales domésticos, como ovejas, cabras, vacas, cerdos y pollos, aumentaron de tamaño.
Por otro lado, muchas especies salvajes disminuyeron, debido a la pérdida de hábitat y la presión de la caza, especialmente desde la Edad Media.
«Las especies silvestres se hicieron más pequeñas porque sus bosques se fragmentaron y los asentamientos humanos crecieron», explica la bioarqueóloga Allowen Evin, una de las autoras del estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. «Paralelamente, el control humano sobre las poblaciones domésticas se intensificó con prácticas de cría selectiva más sistemáticas».
El fenómeno no es reciente. A lo largo de la historia, los animales han pasado por ciclos naturales de aumento y disminución de tamaño debido a factores ambientales.
Sin embargo, con la llegada de la actividad humana, esos cambios se volvieron más pronunciados y dirigidos: mientras los salvajes se reducían, los domésticos crecían para satisfacer las necesidades de alimento, transporte y trabajo de nuestras sociedades.
El estudio también resalta que la influencia humana sobre el mundo natural ha sido creciente y constante.
«Comprender cómo los humanos coevolucionaron con otras especies y sus entornos nos ayuda a entender los orígenes y el desarrollo de nuestras sociedades modernas», añade Evin.
En pocas palabras, nuestros antepasados no solo dejaron huella en los pueblos y ciudades, sino también en la evolución misma de los animales que nos rodean.
Este conocimiento no solo nos ayuda a reconstruir la historia natural, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras acciones actuales siguen moldeando el mundo animal.
Con información de DW.
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