imagen tomada de istockphoto.com
En muchas de las grandes ciudades del mundo pasa algo curioso: cuanto más exclusivo es un barrio, más verde suele ser. Más árboles, más aves, más parques y más espacios naturales. Este patrón, llamado efecto lujo, ha sido identificado desde Nueva York hasta Londres, y también en ciudades como Pekín o Ciudad del Cabo.
En pocas palabras, el acceso a la naturaleza también parece depender del nivel económico.
Mientras Brasil es sede de la COP30 —con la biodiversidad y la justicia ambiental como temas centrales—, un estudio coordinado por la Universidad de Turín pone el foco en un ángulo poco discutido: la desigualdad ecológica dentro de las ciudades.
“La biodiversidad urbana es clave para entender cómo convivimos con la naturaleza”, explica Irene Regaiolo, bióloga y autora principal del análisis.
La investigación, publicada en la revista People and Nature, revisó más de cien estudios internacionales.
La conclusión: los barrios con mayor poder adquisitivo tienden a disfrutar de más biodiversidad, mientras que las zonas con menos recursos suelen estar rodeadas de cemento y muy poca vegetación.
Sin embargo, Regaiolo aclara que el efecto lujo no es universal.
Todo depende de factores como la ubicación, el clima, la estructura urbana y, sobre todo, de las prioridades socioeconómicas de cada región.
La mayoría de los estudios provienen de Norteamérica y Australia, lo que deja incógnitas sobre lo que ocurre en muchas ciudades del sur global.
En países en vías de desarrollo, recuerda la investigadora, las prioridades suelen ser otras: acceso a la alimentación, seguridad o servicios básicos.
Esto termina moldeando dinámicas urbanas distintas, pero con desigualdades similares: centros prósperos versus periferias olvidadas.
El estudio se enmarca en el Objetivo 11 de la Agenda 2030, que plantea ciudades más inclusivas, sostenibles y equitativas.
Lograrlo, añade Regaiolo, implica equilibrar necesidades sociales con ambientales.
Entre las respuestas más comunes para reducir el efecto lujo está la creación de parques o zonas verdes en barrios marginados.
Pero los autores del estudio advierten sobre un riesgo recurrente: la gentrificación verde.
Cuando se construyen parques o jardines en zonas vulnerables, el valor del suelo aumenta, suben los precios de la vivienda y, eventualmente, las familias originales pueden verse expulsadas.
Por eso, proponen alternativas más integrales:
huertos urbanos,
jardines comunitarios,
y proyectos de ciencia ciudadana.
Estas iniciativas no solo impulsan la biodiversidad, sino que fortalecen el tejido social, generan empleos verdes y ayudan a que la propia comunidad se apropie del espacio.
Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, y la ONU estima que la cifra alcanzará el 70% en 2050. Si la tendencia continúa, para muchos la ciudad será el único contacto con la naturaleza.
Por eso, Regaiolo defiende que los espacios verdes urbanos deben convertirse en laboratorios de sostenibilidad.
Las soluciones basadas en la naturaleza desde plantaciones hasta infraestructura verde, pueden reducir las islas de calor, mejorar la biodiversidad y, al mismo tiempo, hacer las ciudades más justas y habitables.
La pregunta que queda en el aire es simple pero urgente: ¿cómo lograr que el color verde deje de ser un lujo y se convierta en un derecho para todas las personas?
Con información de Climática.
Greta Thunberg vuelve a ser noticia, esta vez en Venecia. La activista sueca fue vetada…
En un contexto donde la disponibilidad del agua se ha vuelto un desafío estratégico, Servicios…
Aunque no lo parezca, las cucarachas de Madagascar tienen una habilidad sorprendente para enfrentar el…
La reaparición del leopardo en el oeste de Sudáfrica ha marcado un momento histórico para…
La selva amazónica, famosa por su inmensa biodiversidad, está enviando una nueva señal de alerta:…
Lo que suena a película de ciencia ficción está ocurriendo en un arroyo del estado…