El Ártico acaba de encender todas las alertas climáticas.
De acuerdo con un nuevo informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), esta región vivió el año más caluroso desde que existen registros, en 1900, una señal clara del impacto acelerado del calentamiento global.
Según el reporte anual publicado el martes 16 de diciembre de 2025, entre 2024 y septiembre de 2025 las temperaturas del Ártico fueron 1.60 grados Celsius más altas que el promedio registrado entre 1991 y 2020. Para los científicos, el dato es especialmente preocupante por la rapidez con la que se está calentando esta zona del planeta.
Tom Ballinger, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Alaska, calificó el fenómeno como “ciertamente alarmante” y aseguró que se trata de una tendencia sin precedentes en tiempos recientes, e incluso posiblemente en miles de años.
El análisis de la NOAA también documenta el otoño más cálido del Ártico, además del segundo invierno y el tercer verano más calurosos desde que se tiene registro.
La amplificación del Ártico acelera el calentamiento
Este comportamiento extremo está ligado a un fenómeno conocido como “amplificación del Ártico”, que provoca que la región se caliente más rápido que el resto del planeta.
La pérdida de nieve y hielo marino reduce la capacidad de reflejar la radiación solar, dejando al descubierto aguas oscuras que absorben más calor.
A esto se suma el aumento del vapor de agua en la atmósfera, que actúa como una especie de manta térmica e impide que el calor escape al espacio.
Menos hielo, más riesgos para la vida
El retroceso del hielo marino ya es evidente.
Científicos del NSIDC reportaron que la banquisa alcanzó en marzo su menor extensión en 47 años, con 14.33 millones de kilómetros cuadrados. Esto representa una amenaza directa para especies como osos polares, focas y morsas, que dependen del hielo para moverse, cazar y reproducirse.
Las proyecciones indican que el Ártico podría enfrentar su primer verano prácticamente sin hielo marino para 2040, o incluso antes.
Aunque este deshielo no eleva directamente el nivel del mar, sí altera la circulación oceánica y agrava los efectos del cambio climático, poniendo en riesgo a múltiples ecosistemas.
El mensaje de los científicos es claro: lo que ocurre en el Ártico no se queda en el Ártico, y sus consecuencias ya se sienten a escala global.
Con información de DW.
