El Atlántico Norte podría estar atravesando una de las fases más críticas de su historia.
Un estudio reciente publicado en Science Advances advierte que este océano muestra signos tempranos de pérdida de estabilidad, lo que podría desencadenar cambios drásticos e irreversibles en el clima mundial.
El hallazgo proviene de un trabajo liderado por investigadores de la University of Exeter, quienes encontraron pistas alarmantes en un archivo natural insólito: las conchas de almejas centenarias.
Las almejas que guardan la historia del clima
Estas almejas, conocidas como bivalvos longevos, crecen lentamente y sus conchas forman anillos anuales, similares a los de los árboles.
En ellos queda grabada información sobre las condiciones del océano —temperatura, salinidad y composición química—, lo que las convierte en una especie de máquina del tiempo marina.
El equipo analizó 25 registros de bivalvos obtenidos de zonas como el Mar del Norte, Irlanda, Noruega, Islandia y Terranova.
Con estos datos, aplicaron indicadores matemáticos que permiten medir la estabilidad del océano.
El resultado: una preocupante señal de ralentización crítica, un fenómeno que suele aparecer cuando un sistema natural se acerca a un umbral de colapso.
Dos advertencias en 150 años
El estudio identificó dos periodos de desestabilización en el Atlántico Norte durante el último siglo y medio.
El primero ocurrió antes de 1920, cuando se detectó un cambio brusco en las corrientes marinas y la composición de especies.
El segundo comenzó alrededor de 1950 y sigue activo hoy, afectando regiones como las Hebridas, Irlanda, Noruega y Terranova.
Desde entonces, los datos muestran una pérdida continua de estabilidad, lo que sugiere que el sistema oceánico se acerca a un punto de inflexión climático.
Impactos globales en cadena desde el Atlántico Norte
La circulación oceánica del Atlántico Norte —en especial la llamada circulación meridional de retorno (AMOC) y el giro subpolar (SPG)— actúa como un sistema de calefacción natural del planeta.
Su debilitamiento podría provocar enfriamiento regional en Europa, alteraciones en las lluvias y un aumento de eventos climáticos extremos.
Además, la pérdida de estabilidad afectaría a los ecosistemas marinos, ralentizando los procesos que mantienen la vida en el océano.
Aunque los científicos admiten que aún no pueden determinar cuándo o cómo ocurrirá este cambio, coinciden en que los signos son claros: el Atlántico Norte está perdiendo su equilibrio natural.
En palabras simples, el océano está enviando una señal de alerta temprana.
Y si el sistema que regula buena parte del clima del planeta se tambalea, las consecuencias podrían sentirse en todo el mundo.
Con información de Infobae.